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Nunca es tarde. El caso de Sara

En 2017 entró en La Báscula el equipo de La Familia Cortés. Una de sus participantes era Sara, que mide 1,61 m, tiene 32 años y pesaba en aquel entonces 138,7 kg. Dice que llegó con mucha ilusión pero que poco a poco se dio cuenta que no estaba realmente concienciada ni preparada para el cambio de vida que implicaba la pérdida de peso.

Durante los seis meses que permaneció en el programa, Sara perdió 21 kg de peso. Para ella acceder a esta entrevista no ha sido fácil porque “supone desempolvar muchos recuerdos, y no todos buenos”. Su salida del programa fue complicado, se sintió muy frustrada puesto que  recuperó el peso perdido y, tanto ella como su marido Diegote y su suegra, se convirtieron en personas populares.

a veces hay que tocar fondo para remontar

Sara comenta: “allá donde iba la gente sólo me hablaba del peso, del de mi marido, que no había aprovechado la oportunidad, que tenía que haber perdido más, que estaba cogiendo peso…” Y dado que se dedican a la venta ambulante todos los días de trabajo oía las mismas frases una y otra vez, hasta que tocó fondo. Fue entonces cuando empezó a reflexionar sobre lo que había sido su vida.

En nuestra entrevista Sara comienza a llorar, dice que hace tiempo que no soltaba una lágrima. Entonces me cuenta que antes todo para ella era la comida. Su vida no tenía sentido sin la comida, “yo era como un alcohólico buscando en todos lados una copa. Si iba de vacaciones a un hotel lo más importante es que tuviera un buen buffet, si salíamos a comer a la calle me daba igual donde, sólo me importaba qué habría de comer, estaba obsesionada”.

sólo hay un método infalible para perder peso: el cambio de hábitos

Sara dice que ahora es como si tuviera otra mente, que antes estaba todo el día deprimida, con cambios bruscos de humor, enfadada, irritable, peleando con todos y por todo. Ahora tiene ganas de vivir, de ser feliz, de continuar con su nuevo proyecto: está estudiando a distancia un Grado Superior de Comercio, Marketing y Merchandising. “No me da vergüenza ir a la calle, no temo sentarme en una silla, puedo jugar con mi hijo, y veo que mis padres han dejado de sufrir por mí, están felices”.

En la actualidad su peso es de  78 kg, pero llegar hasta aquí no ha sido un camino fácil. Con el apoyo de su familia decide someterse a la operación de manta gástrica, una técnica irreversible y que como toda intervención tiene sus ventajas y riesgos. Hoy precisamente, el día de nuestra entrevista hace 1 años de la operación. Lleva perdidos 63 kg.

sabía que después de la intervención su vida tenía que cambiar

Sara nos dice: “yo sabía que la operación no iba a obrar el milagro, que no podría volver a comer la cantidad de ultraprocesados que acostumbraba, engullendo, que tenía que aprender a parar, a detectar las señales de saciedad, que debía practicar ejercicio… y me daba mucho miedo no ser capaz  por las complicaciones que me podría acarrear. Empecé una dieta pautada antes de la intervención y lo pasé fatal porque quería comer más, sabía que después de la operación tendría que seguir con una dieta adaptada y no sabía si podría. Minutos antes de la intervención estuve a punto de  abandonar”. Pero lo ha conseguido: “la Báscula me dio las herramientas, ahora sí estaba preparada para usarlas”

antes iba al campo para comer, ahora me gusta ir a caminar

La nueva Sara ante la insistencia para que coma más se pregunta: “¿por qué tengo que comer cuando no quiero?” Sabe que puede comer un poco de todo: “sé que puedo pero no quiero, hay ultraprocesados que me sientan mal, incluso el olor de algunos que antes era irresistible para mí, ahora me da fatiga, me repugna”. Entre los nuevos hábitos, Sara necesita al menos media hora para sus ingestas,  come despacio porque si lo hace rápido le sienta mal y además no lo disfruta. Le gusta comer sola, en un entorno tranquilo, sin móvil ni televisión, no quiere distracciones.

no lo hace todo perfecto, pero lo hace

Si se pasa con las cantidades o ve que se deja con el ejercicio no se castiga: “sé que lo puedo retomar enseguida, al día siguiente, soy yo quien decide, nada está perdido”. Se siente preparada para ir a comer a cualquier sitio o evento: “a veces creo que me quedo con hambre, pero cuando me paro veo que es ansia y que realmente estoy saciada, así que me controlo”.

soy yo quien controla mi cabeza, y no al revés

Sara concluye nuestra entrevista afirmando que su vida no es color de rosa,  que tiene días malos, que los complejos siguen ahí, que el pellejo sobrante le molesta pero no se encuentra aún preparada para operarse, así que mientras tanto lo disimula como puede. Para Sara la clave está sola y exclusivamente en la cabeza: “mis circunstancias son las mismas, tengo otros problemas, hay cosas de mí que no me agradan… pero he aprendido a verlos de otra manera”.