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Mi trabajo en La Báscula

Mi trabajo como psicóloga  en La Báscula (Canal Sur TV) me permitió salir de las cuatro paredes de la consulta para poder prestar mi ayuda  a los participantes y también a los televidentes que cada temporada iniciaron de una u otra  forma la pérdida de peso. Durante siete temporadas el fin último fue concienciar y motivar tanto a nuestros participantes como a la población en general para perder peso adoptando hábitos de vida saludable.

En estas siete temporadas, los distintos equipos andaluces constituyeron una muestra de todas esas personas que llevan años empezando dietas que les prometen perder muchos kilos en poco tiempo y sin esfuerzo, que se aferran a productos milagrosos sin saber exactamente su composición, que se someten a tratamientos no exentos de complicaciones… En definitiva, que emplean  tiempo, dinero, esfuerzo e ilusión sin obtener los resultados esperados.

Desgraciadamente las consecuencias a nivel psicológico que encontré, no sólo en nuestros participantes, sino también en personas a las que tuve ocasión de conocer en los casting  o  a través de las redes sociales resultan devastadoras: sentimientos de frustración y culpa, baja autoestima, desesperanza, apatía, angustia… Emociones que no en pocas ocasiones suelen provocar cuadros ansioso-depresivos derivados de la falta de control sobre la ingesta y varios intentos fallidos para perder peso.

Mi primera intervención comenzaba desculpabilizando a nuestros participantes, haciéndoles ver que la obesidad es una enfermedad, pero que con la ayuda adecuada se supera. Por desgracia, muchas personas aún piensan que el obeso está así porque quiere, porque les gustan mucho los dulces o por falta de interés para perder peso. Se les etiqueta como carentes de voluntad, vagos o torpes, argumentos cargados de prejuicios negativos que justifican el rechazo, la exclusión y la discriminación.

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Lo que esconde la obesidad

Dentro de cada caso de obesidad realicé un historial sobre los distintos ámbitos donde se desenvolvían nuestros participantes (personal, social, familiar…). Observé como cada aspecto de su vida influía en su estado emocional y qué grado de satisfacción o insatisfacción le proporcionaba. En definitiva, concretábamos qué circunstancias  actuaban como factor de riesgo o factor de protección frente a la obesidad.

A la misma vez analizaba,  junto con el participante y su entorno más cercano los hábitos desde la infancia así como aquellos que podían influir  en el mantenimiento de la obesidad. Así mismo,  trabajamos para desterrar todas las creencias irracionales que justificaban para nuestros participantes no sólo mantener el peso en aquel momento, sino también la imposibilidad de perderlo. Tenían que asumir una máxima: La obesidad es una enfermedad de la que todo el mundo se puede curar.

 

Me interesa qué comen, más aún por qué comen así, las emociones detrás de la ingesta.  Ahí surgió mi blog:  Lo que la obesidad esconde.

Mantuve reuniones con todos los participantes trasladándome semanalmente a sus ciudades de origen, donde se me permitió adentrarme en sus hogares, en su intimidad. Sabía cuando llegaría a sus casas, pero nunca cuando iba a salir. La acogida fue siempre maravillosa, dándome la oportunidad de conocer de primera mano sus estilos de vida, sus costumbres, las dificultades que tenían así como el apoyo social y familiar para perder peso.

Jamás recibí un mal gesto después de tantos años de intromisión en los hogares de nuestros participantes y es  de agradecer a las familias. Todas estas facilidades  favorecieron la comunicación y el clima de confianza necesario para emprender con garantías de éxito el reto de La Báscula.

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